Clary miró alrededor del salón de música del Instituto con una
sonrisa cansada pero también satisfecha. Era una calurosa noche de verano en
Nueva York, las ventanas estaban abiertas, y Magnus hizo mágicamente carámbanos
que brillaban bajo el candelabro y refrescaban el lugar. El salón estaba lleno
de personas que Clary amaba y por las que se preocupaba, y en su opinión
personal lucía bastante bien, considerando que se las había arreglado para
encontrar un lugar en el Instituto donde pudieran tener una fiesta en un plazo
de 24 horas.
Realmente no había razón para no sonreír.
Dos días antes, Simon había ido al Instituto, sin aliento y con
una expresión de desesperación. Jace y Clary estaban en la sala de
entrenamiento, comprobando al nuevo tutor del Instituto, Beatriz Mendoza, y
algunos de los estudiantes del Conclave.
—¡Símon! —Clary había exclamado—. No sabía que estuvieras en la
ciudad.
Simon se había graduado de La Academia de Cazadores de Sombras,
era parabatai de Clary, y un Reclutador, un trabajo creado por el Cónsul para
ayudar a reponer las disminuidas filas de cazadores de sombras. Cuando se
encontraban candidatos probables para la Ascensión, Simon hablaba con ellos
sobre lo que significaba convertirse en cazador de sombras después de tener una
vida mundana. Era un trabajo que a menudo lo alejaba de Nueva York, lo que era
malo; pero lo bueno era que Simon parecía disfrutar verdaderamente ayudar a
mundanos asustados con la Visión a no sentirse como si estuvieran solos.
No es que Simon se viera como una confiable voz de tranquilad en
ese momento. Lucía como si un tornado lo hubiera golpeado.
—Le propuse matrimonio a Isabelle —anunció.
Beatriz gritó de emoción. Algunos de los estudiantes, temiendo un
ataque de demonios, también gritaron. Uno de ellos se cayó de una viga y
aterrizó en el suelo en un tapete de entrenamiento. Clary estalló en lágrimas
de felicidad y lanzó sus brazos alrededor de Simon.
Jace yacía en el suelo, con los brazos de par en par.
—Vamos a ser familia —dijo él con tristeza—. Tú y yo, Simon, vamos
a ser hermanos. Las personas van a pensar que estamos emparentados.
—Nadie va a pensar eso —dijo Simon, su voz amortiguada contra el
cabello de Clary.
—Estoy muy feliz por ti, Simon —dijo Clary—. Izzy y tú van a ser
muy, muy felices —se volteó y miró a Jace—. Y tú, levántate y felicita a Simon
o tiraré al drenaje todo tu champú caro.
Jace saltó, y Simon y él se dieron unas palmadas en la espalda de
una manera masculina, por lo cual Clary se sentía complacida al haberlo
logrado. Jace y Simon actualmente habían sido amigos por años, pero Jace aún
parecía creer que necesitaba excusas para mostrar su afecto. Clary estaba feliz
de proporcionárselas.
—¿Fue bien la propuesta? ¿Fue romántica? ¿La sorprendiste? No
puedo creer que no me dijeras que ibas a hacerlo. —Clary golpeó a Simon en el
brazo—. ¿Conseguiste rosas? Izzy ama las rosas.
—Fue un impulso —dijo Simon—. Una impulsiva propuesta. Estábamos
en el puente de Brooklyn. Izzy le acababa de cortar la cabeza a un demonio
Shax.
—Cubierta en icor, ¿nunca te había parecido más radiante? —dijo
Jace.
—Algo así —dijo Simon.
—Esa es la cosa más de cazadores de sombras que jamás haya oído
—dijo Clary—. Por lo tanto, ¿detalles? ¿Te arrodillaste?
—Los cazadores de sombras no hacen eso —dijo Jace.
—Es una lástima —dijo Clary—. Amo esa parte en las
películas.
—¿Y por qué luces tan desesperado? —Preguntó Jace—. Ella dijo que
sí, ¿o no?
Simon pasó sus dedos por su cabello.
—Quiere una fiesta de compromiso.
—Bar abierto —dijo Jace, quien había desarrollado un interés en la
mixología que Clary hallaba divertido—. Definitivamente un bar abierto.
—No, no lo entiendes —dijo Simon—. La quiere en dos días.
—Umm —dijo Clary—. Puedo ver porqué estaría emocionada de
compartir esto con sus amigos y familiares, ¿pero seguramente podría esperar un
poco más…?
Cuando Jace habló, su voz fue plana.
—Quiere hacerlo en el cumpleaños de Max.
—Oh — dijo Clary suavemente. Max, el más chico, el más dulce
Lightwood, el pequeño hermano de Izzy y Alec. Tendría ahora catorce años, casi
la misma edad que Tiberius y Livvy Blackthorn. Podía entender por completo por
qué Isabelle quería tener su fiesta de compromiso en un día en que sentiría
verdaderamente que Max estaba allí.
—Bueno, ¿pensaste en preguntarle a Magnus?
—Por supuesto que sí —dijo Simon—. Y dijo que ayudaría si pudiera,
pero tienen este asunto con Rafael…
—Cierto —dijo Clary—. ¿Así que quieres nuestra ayuda?
—Esperaba que pudiéramos hacerla aquí —dijo Simon—. En el
Instituto. ¿Y que tú pudieras ayudarme con un par de cosas que no entiendo?
Clary sintió crecer un sentimiento de pavor. El Instituto estaba
sufriendo grandes renovaciones recientemente; algunas aún estaban en marcha. El
salón de baile que casi no se usaba estaba siendo transformado en una segunda
sala de entrenamiento, y muchos pisos estaban llenos de pilas de azulejos y
madera. Estaba el salón de música, que era enorme, pero estaba lleno de
antiguos violonchelos, pianos, e incluso un órgano.
—¿Qué tipo de cosas?
Simon la miró con grandes ojos cafés.
—Flores, comida, decoración…
Clary gimió. Jace agitó su cabello.
—Puedes hacerlo —dijo él. Y ella pudo sentir sólo por el tono de
su voz que estaba sonriendo—. Vamos, salvaste el mundo una vez, ¿recuerdas?
Creo en ti.
Y así fue como Clary había llegado a estar parada en el salón de
música del Instituto, con Magnus centellando carámbanos que goteaban en su
vestido verde. De vez en cuando Magnus lo cambiaría un poco, e ilusorios
pétalos de rosas lloverían por la habitación. Algunos de los miembros de la
manada de Maia ayudaron a mover el arpa, el órgano, y otros instrumentos a la
vacía sala adjunta. (Su puerta estaba ahora firmemente cerrada, medio oculta
por una cascada de mariposas con glamour.)
Le recordaba un poco a Clary a la Corte de la Reina Seelie, la
cual había sido diferente cada vez que la visitó en años pasados: llena de
hielo algunas veces, con felpa de terciopelo escarlata en otras. Sintió una
punzada, no por la Reina, quien había sido cruel y traicionera, sino por la
magia de las hadas. Desde que la Paz Fría se había puesto en práctica. No había
visitado la Corte de las Hadas otra vez. Central Park ya no estaba lleno de
bailes en la noche cuando la luna estaba llena. Ya no podías ver pixies y
sirenas en los ríos del Hudson. Algunas veces, tarde por la noche, podía oír el
alto sonido solitario del cuerno de la Caza Salvaje, y se afligía. Pero Gwyn y
su gente nunca habían estado sujetos a cualquier ley, y el sonido de la Caza no
era un reemplazo de la música de las fiestas de las hadas que una vez había
fluido desde Hart Island.
Había hablado con Jace sobre eso, y había estado de acuerdo con
ella, tanto en capacidad de novio como también como segundo director del
Instituto: el mundo de los Cazadores de Sombras, sin el Reino de las Hadas,
estaba desequilibrado. Los cazadores de sombras necesitaban a los subterráneos.
Siempre lo habían hecho. Tratar de pretender que el Reino de las Hadas nunca
existió sólo conduciría al desastre. Pero ellos no eran el Consejo, sólo eran
los jóvenes líderes de un sólo Instituto. Así que esperaron, y trataron de
estar preparados.
Ciertamente, Clary pensó, no había otro Instituto en el que
pudiera pensar que sería capaz de organizar una fiesta como ésta. Los
estudiantes de Beatriz estaban parados como meseros, llevando platos de canapés
alrededor del salón, los canapés habían sido cortesía de la hermana de Simon,
quien trabajaba en un restaurante en Brooklyn, y los platos y cubiertos eran de
peltre, no de plata, como muestra de respeto a los hombres lobo
presentes.
Hablando de subterráneos, Maia estaba riendo en un rincón de la
sala con su mano en la de Bat. Usaba un vestido naranja, sus rizos recogidos, y
su medallón del Praetor Lupus destellaba en su garganta.
Estaba hablando con el padrastro de Clary, Luke, cuyos lentes
estaban encima de su cabeza. Había más gris en el cabello de Luke, en esos
días, pero sus ojos estaban tan brillantes como nunca. Jocelyn se había ido a
uno de las oficinas con Maryse Lightwood, la futura suegra de Simon. Clary no
podía evitar preguntarse si le estaba dando un discurso maternal sobre cómo los
Lightwood eran afortunados de tener a Simon en su familia y más les valía no
olvidarlo.
Julie Beauvale, la parabatai de Beatriz, pasó cerca de ellos,
llevando un plato de pastelillos. Mientras Clary miró, Lily, la líder del clan
de vampiros en Nueva York, tomó un pastelillo del plato, guiñándole un ojo a
Bat y Maia, y se pavoneó hacia el piano, pasó a Simon —quien estaba conversando
con Robert Lightwood— en su camino. Simon usaba un traje gris y lucía lo
suficientemente nervioso.
Jace estaba tocando, su chaqueta de terciopelo colocada en el
respaldo de su silla, sus delgadas manos deslizándose en las teclas del piano.
Clary no podía evitar recordar la primera vez que lo vio en el Instituto,
tocando el piano, de espaldas a ella. ¿Alec? había dicho él. ¿Alec eres tú?
La expresión de Jace era atenta y enfocada, de la forma en que
sólo lo era cuando estaba haciendo algo que consideraba digno de su completa
atención —pelear, tocar música, o besar. La miró de reojo como si pudiera
sentir la mirada de Clary en él, y le sonrió. Incluso después de todo ese
tiempo, aún le provocaba escalofríos.
Estaba terriblemente orgullosa de él. Habían estado tan sorprendidos
como los demás cuando el Conclave votó por ellos como los nuevos directores del
Instituto cuando Maryse se había ido. Sólo tenían diecinueve años, y ella había
supuesto que Alec o Isabelle se harían cargo, pero ninguno de ellos quiso.
Isabelle quería viajar, y Alec estaba envuelto con la alianza entre
Subterráneos y Cazadores de Sombras que él estaba construyendo.
Podrían rechazarlo, Clary le dijo a Jace en ese tiempo. Nadie
podía forzar a alguien a dirigir un Instituto, y ellos habían planeado viajar
alrededor del mundo juntos, mientras Clary pintaba y Jace peleaba con demonios
en locaciones inusuales. Pero él quiso hacerlo. Sabía que en su corazón él
sentía que era una forma de pagar por las personas que perdieron en la guerra,
las personas que no habían sido capaces de salvar. Para su buena fortuna
pudieron pasar por todo eso con la mayoría de las personas que amaban ilesas.
Por el hecho de que el universo le había dado a Alec, Isabelle, y Clary, cuando
una vez creyó que nunca tendría un mejor amigo, una hermana, y nunca se
enamoraría.
Dirigir el Instituto era un trabajo difícil. Requería la capacidad
de Jace de encantar, y el instinto de Clary de mantener la paz y construir
alianzas. Solos, ninguno de ellos lo habría logrado, pero juntos, la determinación
de Clary equilibraba la ambición de él, su conocimiento del mundo mundano y su
sentido práctico, su antigua sangre de cazador de sombras y su entrenamiento.
Jace siempre había sido el líder natural de su pequeño grupo, un estratega,
excelente en ser capaz de juzgar quién sería el mejor en qué. Clary era la que
podía tranquilizar a los temerosos, también como la única que finalmente
consiguió tener instalada una computadora prohibida en la sala de estrategia.
Lily dijo algo al oído de Jace, probablemente para pedir una
canción —había muerto en los veinte y siempre estaba pidiendo música rag— antes
de dar la vuelta en sus tacones rojos y dirigirse hacia una manta que había
sido extendida en un rincón de la sala. Magnus estaba sentado en ella, su hijo
Max, un brujo de tres años con piel de color azul marino, acurrucado a su lado.
También en la manta estaba un niño de cinco años, éste era un cazador de
sombras, con indomable cabello negro, quien se estiró por un libro que Magnus
le tendía y le dio al brujo una tímida sonrisa.
Beatriz estaba de repente al lado de Clary.
—¿Dónde está Isabelle? —susurró ella.
—Quiere hacer una entrada —Clary susurró de vuelta—. Estaba
esperando a que todos llegaran. ¿Por qué?
Beatriz le dio una mirada significativa y ladeó la cabeza en
dirección a la puerta. Un par de segundos después, Clary la estaba siguiendo
por el pasillo, la falda de su vestido levantada así no se tropezaría con el
dobladillo. Se podía ver en el espejo a lo largo de la pared del corredor, su
vestido verde del color del tallo de una flor.
A Jace le gustaba verla de verde, y combinaba con sus ojos, pero
hubo un tiempo en el que el color la había angustiado. Había sido incapaz de
verlo sin pensar en su hermano, Jonathan, cuyos ojos se habían vuelto verdes
cuando murió.
Cuando había sido Sebastian, sus ojos eran negros. Pero eso había
sido hace años.
Beatriz la llevó hacia el comedor, el cual estaba lleno de flores.
Tulipanes holandeses, estaba segura Clary. Estaban apilados en las sillas, en
la mesa, en el aparador.
—Las acaban de entregar —dijo Beatriz en un tono terrible, como si
fueran cuerpos muertos y no flores.
—Bien, ¿y cuál es el problema? —dijo Clary.
—Isabelle es alérgica a los tulipanes —dijo una voz desde las
sombras. Clary se sobresaltó. Alec Lightwood estaba sentado en una silla al
otro extremo de la mesa, usando una desfajada camisa blanca sobre un pantalón
de vestir negro, sosteniendo un tulipán amarillo en una mano. Estaba ocupado
arrancándole los pétalos con sus largos dedos.
—Beatriz, ¿puedo hablar con Clary un segundo?
Beatriz asintió, luciendo aliviada de dejarle el problema a
alguien más, y dejó la habitación.
—¿Qué sucede, Alec? —Clary preguntó, avanzando hacia él—. ¿Por qué
estás aquí y no con los demás en la fiesta?
—Mi madre me dijo que el Cónsul podría venir —dijo
misteriosamente.
Clary lo miró.
—¿Y? —dijo ella. No es como si Alec fuera un criminal
buscado.
—Sabes sobre Rafe, ¿cierto? —dijo él—. Quiero decir, todos los
detalles.
Clary dudó. Un par de meses antes, Alec había sido enviado a
Buenos Aires para seguir un par de ataques de vampiros. Mientras estaba ahí, se
había topado a un niño cazador de sombras de cinco años, un sobreviviente del
ataque al Instituto de Buenos Aires durante la Guerra Oscura. Él y Magnus
habían ido y venido de Argentina a través de un portal una y otra vez, sin
decirle a nadie lo que estaban haciendo, hasta que un día aparecieron en Nueva
York con un delgado niño asustado y anunciaron que lo estaban adoptando. Él
sería su hijo y hermano de Max.
Lo nombraron Rafael Santiago Lightwood.
—Cuando encontré a Rafe, él estaba viviendo en la calle,
muriéndose de hambre —dijo Alec—. Robando comida a mundanos, teniendo
pesadillas porque tenía la Visión y podía ver monstruos —él mordió su labio—.
El asunto es que nos dejaron adoptar a Max porque es un subterráneo. Nadie lo
quería. A nadie le importaba. Pero Rafe es un cazador de sombras, y Magnus no.
No sé cómo se va a sentir el Consejo sobre un subterráneo criando a un niño
nefilim, especialmente cuando están desesperados por nuevos cazadores de
sombras.
—Alec —dijo Clary firmemente—. No alejaran a Rafe de ti. No los
dejaremos.
—Yo no los dejaré —dijo Alec—. Los mataré a todos primero. Pero
eso sería incómodo y arruinaría la fiesta.
Clary tuvo una breve pero vivida imagen de Alec disparándoles a
los invitados a la fiesta con su arco y flechas mientras Magnus se ocupaba de
ellos con fuego mágico. Suspiró.
—¿Tienes alguna razón para creer que se llevarán a Rafe? ¿Ha habido
una señal, alguna queja del Consejo?
Alec sacudió la cabeza.
—No, es sólo… conoces a este Consejo. La Paz Fría significa que
están inquietos todo el tiempo. He incluso aunque ahora hay subterráneos en el
consejo, no confían en ellos. Algunas veces creo que son peores de lo que eran
antes de la Guerra Oscura.
—No voy a decir que estás equivocado —dijo Clary—. ¿Pero puedo
sugerir algo?
—¿Es envenenar el ponche? —preguntó Alec con una mirada
inquietante.
—No —dijo Clary—. Sólo iba a decir que tal vez estás desplazando
tu ansiedad.
Alec lucía perplejo. Los términos psicológicos mundanos
difícilmente eran entendidos por cazadores de sombras.
—Estás en realidad preocupado porque tener un niño es un gran asunto,
y esto fue repentino —dijo Clary—. Pero Max también fue repentino. Y tú y
Magnus son unos padres estupendos. Se aman demasiado, y eso sólo hace que
tengan más amor para dar. Nunca deberías preocuparte de que no tengan
suficiente amor para tantos niños como quieran tener.
Los ojos de Alec resplandecieron por un momento, un brillante azul
bajo unas pestañas negras. Se puso de pie y se acercó a donde Clary estaba
parada junto a la puerta.
—Chica sabia —dijo él.
—No siempre pensaste que era sabia.
—No, pensaba que eras una peste, pero ahora lo sé mejor —le dio un
beso encima de la cabeza y se acercó a la puerta, aún llevando el tulipán.
—¡Tira eso antes de que regreses al salón de música! —Clary le
dijo, imaginando a Isabelle con urticaria yaciendo en el suelo.
Suspiró y miró los tulipanes. Supuso que podían tener una fiesta
sin flores. Aún así…
Hubo un golpe en la puerta. Apareció una chica en un vestido de
seda de diferentes colores y con largas trenzas marrones. Rebecca, la hermana
de Simon.
—¿Puedo pasar? —preguntó ella, abriendo la puerta—. ¡Wow,
tulipanes!
—Al parecer Isabelle es alérgica a los tulipanes —dijo Clary
gravemente.
—Lástima —dijo Rebbeca—. ¿Puedes hablar un segundo?
Clary asintió.
—Claro, ¿por qué no?
Rebbeca entró y se subió en la esquina de la mesa.
—Quería darte las gracias —dijo ella.
—¿Por qué?
—Por todo
Rebbeca miró alrededor de la habitación, notando los retratos de
los antepasados cazadores de sombras, los adornos de ángeles y espadas
cruzadas.
—Todavía no sé mucho sobre este asunto de cazadores de sombras.
Simon sólo puede decirme un poco sin hacer estallar algún tipo de alarma.
Realmente no sé cuál es su trabajo…
—Es un Reclutador —dijo Clary, sabiendo que eso significaría nada
para Rebbeca, pero ella estaba orgullosa de Simon. Todo lo que le había
sucedido a él fue difícil, doloroso, fue un reto —ser un vampiro, perder sus
recuerdos, volverse cazador de sombras, perder a George— y lo había convertido
en una manera de ayudar a las personas.
—Perdimos a cazadores de sombras en la guerra hace cinco años. Y
desde ese entonces estamos intentando hacer más. Los mejores candidatos son
mundanos que tienen algo de sangre de cazador de sombras, que a menudo
significa que no saben que son cazadores de sombras pero que tienen la Visión.
Pueden ver vampiros, hombres lobo, cosas mágicas que podrían hacerte creer que
te estás volviendo loco. Simon habla con ellos, les habla sobre convertirse en
cazadores de sombras, por qué es difícil y por qué importa.
Clary sabía que probablemente no debería de estarle diciendo eso a
una mundana. Por otra parte, probablemente no debería haber dejado pasar a
Rebecca al Instituto, mucho menos contratarla para suministrarles alimentos.
Pero cuando Clary y Jace habían tomado el mando del Instituto, se habían jurado
que serían un nuevo tipo de guardián.
Después de todo, Clary y Simon alguna vez habían sido mundanos que
tampoco se suponía que estuvieran en el Instituto.
Rebecca sacudió la cabeza.
—Bien. No entiendo nada de esto. Pero mi hermano pequeño es
alguien importante, ¿verdad?
Clary sonrió.
—Él siempre ha sido alguien importante para mí.
—Realmente es feliz —dijo Rebecca—. Con su vida, con Isabelle. Y
todo eso es gracias a ti —se inclinó y habló en un susurro cómplice—. Cuando tú
y Simon se hicieron amigos por primera vez y él te trajo a casa de la escuela,
mi mamá me dijo: “Esa niña le va a traer magia a su vida”. Y lo hiciste.
—Literalmente —dijo Clary. Rebecca la miró sin expresión. Oh,
dios. Jace se habría reído—. Quiero decir, eso es hermoso, y estoy muy
agradecida, sabes que amo a Simon como a un hermano…
—¡Clary! —Clary alzó la mirada en alarma, temiendo que fuera
Isabelle, pero no era. Era Lily Chen, con Maia Roberts. Las líderes del clan de
vampiros y hombres lobo en Nueva York, juntas.
No es que fuera inusual verlas juntas: eran amigas. Pero también
eran aliadas políticas que ocasionalmente se hallaban en el lado opuesto de un
argumento.
—Hola, Rebecca —dijo Maia. Agitó la mano y la banda de bronce en
su dedo destelló. Ella y Bat habían intercambiado anillos de promesa hace algún
tiempo, pero nada era oficial. Maia era la líder de la manada de hombres lobo
de Manhattan, y estaba a cargo de reconstruir el Praetor Lupus, y perseguía una
licenciatura en administración de empresas. Era terriblemente competente.
Lily miró a Rebecca sin interés.
—Clary, debemos hablar contigo —dijo ella—. Intenté hablar con
Jace, pero está tocando el piano, y Magnus y Alec están ocupados con esas
pequeñas creaturas.
—Niños —dijo Clary—. Son niños.
—Le informé a Alec que necesitamos su asistencia, pero me dijo que
te preguntara a ti —dijo Lily, sonando apagada. Estaba encariñada con Alec, a
su manera. Él había sido el primer cazador de sombras que verdaderamente se
esforzaba y trabajaba con Maia y Lily, fusionando su conocimiento de cazador de
sombras con sus habilidades de subterráneos. Cuando Jace y Clary asumieron el
control del Instituto, también se encargaron de la inusual alianza, e Isabelle
y Simon se les unían cuando podían. Clary había montado una sala de estrategia
para ellos, llena de mapas y planes, e importantes contactos en caso de emergencias.
¡Oh Dios! ¡Es fantástico!😍💕
ResponderEliminarMe encanta!! <3
ResponderEliminarVolver a leer de ellos es hermoso ♡♡♡
ResponderEliminarYo estoy totalmente obsesionada con cazadores de sombras, pero la trilogía de los orígenes siempre será mi favorita
ResponderEliminarIn love with this book
ResponderEliminarOMG.............. OWEN MANSON GENTRY tu me entiendes batichangas
ResponderEliminarEs di-vi-no!
ResponderEliminarEs di-vi-no!
ResponderEliminarDios mio!!!! Es per-fec-to!!!!!!!!
ResponderEliminarTodavia no me lo puedo creer
ResponderEliminarCazadores de sombras❤❤😘
ResponderEliminar¡Que hermosoooooooo! 😍😍😍.
ResponderEliminarSaluditos 🌼.
#GiveawayETDL
Me encanta!!
ResponderEliminar#GiveawayETDL