11 de junio de 2016

La Fiesta de Compromiso (Extra de Lady Midnight ) Parte 2 - Cassandra Clare

Y había muchas emergencias. La Paz Fría significaba que las partes de Manhattan que habían pertenecido al Reino de las Hadas se las habían quitado, y otros subterráneos se peleaban por ellas. Muchas habían sido las noches en que Clary y Jace, junto a Alec, Lily y Maia, se sentaban para intentar fijar algún detalle de la tregua entre vampiros/licántropos o detener un plan de venganza antes de que comenzara. Magnus incluso había tejido hechizos especiales así Lily podía ir al Instituto a pesar del hecho que era terreno sagrado, algo que dijo Jace, por lo que él sabía, nunca se había hecho por otro vampiro.
—Es sobre el High Line —dijo Maia. El High Line era un parque público elevado construido sobre una antigua línea de ferrocarril en el lado oeste, recientemente abierta al público.
—¿El High Line? —dijo Clary—. Qué, ¿estás de repente interesada en proyectos de desarrollo urbano?
Rebecca saludó a Lily.
—Hola, soy Rebecca. Tu delineado de ojos es increíble.
Lily ignoró eso.
—Porque esta elevación es una nueva parta de terreno en Manhattan —dijo ella—, y por lo tanto no pertenece ni a vampiros ni a licántropos. Ambos clanes han intentado reclamarlo como suyo. 
—¿Realmente tenemos que hablar sobre esto ahora? —dijo Clary—. Es la fiesta de compromiso de Isabelle y Simon. 
—¡Oh, Dios! —Rebecca saltó—. ¡Lo olvidé! ¡Las diapositivas!
Se fue de la habitación, con Clary mirándola. 
—¿Las diapositivas?
—Yo entiendo cosas como esas, es una tradición para humillar a los futuros novio y novia con fotos de su infancia —dijo Lily. Clary y Maia la miraron. Ella se encogió de hombros—. ¿Qué? Miro televisión.
—Mira. Sé que es un mal momento para molestarte —dijo Maia—, pero el problema es que aparentemente hay un grupo de hombres lobo y vampiros enfrentándose ahí ahora mismo. Necesitamos ayuda del Instituto. 
Clary frunció el ceño.
—¿Cómo sabes que eso está sucediendo?
Maia le enseñó su teléfono. 
—Acabo de hablar con ellos.
—Dámelo —dijo Clary gravemente—. Bien, ¿con quién estoy hablando?
—Leila Haryana —dijo Maia—. Es parte de mi manada.
Clary tomó el teléfono. Presionó el botón de remarcar, y esperó hasta que la voz de una chica contestó al otro extremo. 
—Leila —dijo ella—. Habla Clarissa Fairchild en el Instituto —pausó—. Sí, la directora del Instituto. Soy yo. Mira, sé que estás en el High Line. Sé que estás a punto de pelear con un clan de vampiros. Necesito que te detengas.
Se oyeron ruidos de indignación. Clary suspiró.
—Los acuerdos siguen siendo los acuerdos —dijo ella—. Y esto los rompe. De acuerdo a, umm, la sección siete, párrafo cuarenta y cuatro, estás obligada a traer una disputa territorial al Instituto más cercano para solucionarlo antes de empezar una pelea.
Más argumentos.
Clary los interrumpió. 
—Dile a los vampiros lo que dije. Y estén aquí mañana en el Santuario, temprano —pensó en el champan en el salón de música—. Tal vez no tan temprano. Vengan a las once, dos vampiros y dos licántropos, y arreglaremos esto. Sino, serán considerados enemigos del Instituto. 
Hubo quejidos de aceptación.
Clary pausó.
—Bien —dijo ella—. Adiós, entonces. Ten un buen día. 
Colgó.
—¿Ten un buen día? —dijo Lily, alzando las cejas.
Clary gimió, regresándole a Maia su teléfono. 
—No soy buena con las despedidas. 
—¿Qué es la sección siete, párrafo cuarenta y cuatro? —Maia preguntó.
—No tengo idea —dijo Clary—. Se me ocurrió. 
—No está mal —admitió Lily—. Ahora voy a regresar al salón de música y decirle a Alec que la próxima vez que lo necesitemos, tendrá que apresurarse o yo podría mordisquear a alguno de sus niños. 
Salió enfadada en un remolino de faldas. 
—Voy a prevenir que suceda ese desastre —dijo Maia de prisa—. ¡Nos vemos, Clary!
Se fue, dejando a Clary reclinarse contra la gran mesa en medio de la habitación, tomó profundas y calmadas respiraciones. Intentó imaginarse en un lugar tranquilo, tal vez en la playa, pero eso sólo la hizo pensar en el Instituto de Los Ángeles. 
Jace y ella habían ido ahí un año después de la Guerra Oscura para ayudar a reconstruir el lugar, había sido el Instituto más dañado de los que Sebastian atacó. Emma Carstairs los había ayudado en Idris, y Clary se sintió protectora de la pequeña niña rubia. 
Se pasaron un día archivando libros en la nueva biblioteca, y luego Clary había llevado a Emma a la playa, para buscar conchas y esquirlas marinas. Sin embargo Emma se había negado a meterse al agua, o incluso verla por mucho tiempo. 
Clary le había preguntado si estaba bien.
—No es por mí que me preocupo — Emma había dicho—. Es Jules. Haría cualquier cosa, si sólo Jules estuviera bien.
Clary le había dado una larga mirada, pero Emma, mirando la puesta de sol, no se dio cuenta. 
—¡Clary! —la puerta se abrió. Era finalmente Isabelle, luciendo radiante en un vestido de seda purpura con brillantes sandalias. En el momento en que se paró en la habitación, empezó a estornudar. 
Clary se irguió rápidamente. 
—Por el Ángel… —el epíteto de cazadores de sombras salió de ella sin pensarlo, cuando alguna vez le había parecido un dicho extraño­­­—. Vámonos.
—Tulipanes —dijo Isabelle en voz ahogada mientras Clary la dirigía hacia el pasillo. 
—Lo sé —dijo Clary, abanicando a la otra chica y preguntándose si una runa de curación ayudaría con las alergias. Isabelle estornudó de nuevo, sus ojos humedeciéndose—. Lo siento tanto…
—No es tu pulpa —dijo Isabelle, lo cual Clary tradujo como No es tu culpa.
—¡Sin embargo lo es!
—Pff —Isabelle dijo sin elegancia, y agitó una mano—. No te preocupes. Mejorará en un segundo. 
—Ordené rosas —dijo Clary—. Juro que lo hice. No sé qué pasó. Iré con los floristas y los mataré mañana. O tal vez Alec lo haga. Parece asesino esta noche. 
—Nada está arruinado —Isabelle dijo en una voz más normal—. Y nadie necesita ser asesinado. ¡Clary, me voy a casar! ¡Con Simon! ¡Estoy feliz! —sonrió con alegría—. Solía pensar que era algo débil darle tu corazón a alguien. Que podrían romperlo. Pero ahora lo sé mejor. Y es gracias a Simon. Pero también gracias a ti.
—¿A qué te refieres con que gracias a mí?
Isabelle se encogió de hombros un poco tímida.
—Es sólo que tú amas mucho. Tanto. Das demasiado. Y siempre te hizo más fuerte.
Clary se dio cuenta de que estaba llorando.
—Sabes, al casarte con Simon significa que vamos a ser hermanas, básicamente, ¿cierto? ¿La persona que se casa con tu parabatai no es como tu hermana?
Isabelle lanzó sus brazos alrededor de ella. Por un momento se sostuvieron la una a la otra en las sombras del pasillo. Clary no pudo evitar recordar los primeros gestos amistosos que ella e Isabelle habían tenido hacia la otra, hace mucho, allí en los pasillos del Instituto. No sólo estaba preocupada por Alec, estaba preocupada por ti, también.
—Hablando de amor, y cosas románticas —dijo Isabelle con una mirada juguetona, alejándose de Clary—, ¿qué tal una boda doble? Tú y Jace…
El corazón de Clary dio un vuelco. Nunca había sido alguien buena en esconder sus expresiones o sentimientos. Isabelle la miró, perpleja, a punto de preguntar algo —probablemente si sucedía algo malo— cuando la puerta del salón de música se abrió y luz y música se colaron en el pasillo. La madre de Isabelle, Maryse, se asomó. 
Estaba sonriendo, claramente feliz. Clary estaba feliz de verla. Maryse y Robert habían finalizado su divorcio después de la Guerra Oscura. Robert se había mudado a la casa del Inquisidor en Idris. Maryse había seguido en Nueva York para dirigir el Instituto, pero se lo había cedido con gusto a Clary y Jace pocos años después. Se había quedado en Nueva York, en parte para ayudarles en caso de que algo fuera demasiado para ellos, pero Clary sospechaba que era para estar más cerca de sus hijos, y su nieto, Max. Había más blanco en su cabello de lo que Clary recordaba cuando se conocieron, pero su espalda estaba recta, su postura aún de cazadora de sombras. 
—¡Isabelle! —gritó—. Todos están esperando. 
—Bien —dijo Isabelle—. Entonces puedo hacer una entrada —y unió su brazo al de Clary antes de caminar por el pasillo. Las resplandecientes luces del salón de música de repente estuvieron en frente de ellas, el salón llena de personas que giraron y sonrieron al verlas en la puerta. 
Clary vio a Jace, como siempre lo hacía: siempre era el primer rostro que miraba cuando entraba a una habitación. Aún seguía tocando, una ligera y discreta melodía, pero él volteó a mirarla cuando entró en el salón y le guiñó un ojo. 
El anillo Herondale en su dedo brillaba en la iluminación de docenas de globos con forma de estrellas que estaban dispersos en la habitación —sin duda trabajo de Magnus. Clary pensó en Tessa, quien le había dado ese anillo para que se lo diera a Jace, y deseó que estuviera allí. Ella siempre amaba ver a Jace tocar el piano.
Hubo aplausos cuando Isabelle entró en la habitación. Miró a su alrededor, entusiasmada, claramente en su elemento. Sopló un beso hacia Magnus y Alec donde estaban sentados con Max y Rafe, quién estaba mirando con asombro. Maia y Bat silbaron, Lily alzó su copa, Luke y Rebecca sonrieron con alegría, y Maryse y Robert miraron con orgullo mientras Isabelle dio un paso adelante y tomó la mano de Simon. 
La cara de Simon se llenó de felicidad. En la pared detrás de él, las diapositivas que Rebecca había mencionado se estaban reproduciendo. Una frase enmarcada estaba en la pared: El matrimonio es como una larga conversación que siempre termina muy rápido. 
Raro, Clary pensó. Mórbido. Vio a Magnus poner su mano sobre la de Alec. Alec estaba mirando las diapositivas, Rafael en su regazo. Fotos de Simon, —y unas pocas de Isabelle; los cazadores de sombras no eran grandes fotógrafos— aparecían y desaparecían en la pared negra detrás del clavecín.
Había de Simon de bebé, en los brazos de su madre —Clary deseó que hubiera podido estar ahí, pero el conocimiento de Elaine de los cazadores de sombras era nulo. Por lo que sabía, Isabelle era una linda chica que trabajaba en un salón de tatuajes—. Y de Simon cuando tenía seis años, sonriendo con dos dientes caídos. Simon de adolescente con su guitarra. Simon y Clary de diez años, en el parque, bajo una lluvia de hojas de otoño. 
Simon vio la foto y le sonrió a Clary, sus ojos arrugándose en las esquinas. Clary tocó con sus dedos su antebrazo derecho, donde estaba su runa parabatai. Esperó que pudiera ver en sus ojos todo lo que sentía: que él era su ancla, la base de su niñez y su guía en su vida adulta. 
A través de una lluvia de lágrimas se dio cuenta que la música se había detenido. Jace había cruzado la habitación, susurrándole a Alec, sus cabezas juntas. La mano de Alec estaba en el hombro de Jace y asentía. 
Por mucho tiempo había visto a Jace y Alec y había visto a dos mejores amigos. Sabía lo mucho que Jace amaba a Alec, lo supo desde la primera vez que Alec había sido herido y Jace —cuya serenidad era tremenda— se había deshecho. Había visto la forma en que él miraba a cualquier persona que dijera algo malo sobre Alec, sus ojos estrechándose, de un dorado mortal. Y pensó que entendía, pensó en mejores amigos, de la forma en que ella y Simon lo eran.
Ahora que Simon era su parabatai, entendía mucho más. La forma en que eras más fuerte cuando tu parabatai estaba ahí. La forma en que eran como un espejo que te mostraba tu mejor lado. No podía imaginar el perder a un parabatai, no podía imaginar el infierno que sería. 
Mantenlo a salvo, Isabelle Lightwood, pensó, mirando a Isabelle y Simon, tomados de la mano. Por favor, mantenlo a salvo. 
—Clary —había estado perdida en sus pensamientos que no había visto a Jace alejarse de Alec y acercarse a ella. Estaba detrás de ella ahora; podía oler la colonia que le había dado por Navidad, el débil olor de su jabón y champú, sintió la suavidad de su chaqueta mientras él entrelazo su brazo con el de ella. 
—Vámonos…
—No podemos escabullirnos, es nuestra fiesta…
—Sólo por un segundo —dijo él, en esa voz baja que hacía que las malas ideas parecieran buenas. Lo sintió dar un paso atrás y lo siguió; estaban casi cerca de la puerta de la sala de estrategia, y se deslizaron por ella inadvertidos. 
Bueno, casi inadvertidos. Alec los estaba viendo irse, y mientras Jace cerraba —y aseguraba— la puerta detrás de ellos, levantó sus pulgares hacia Jace. Lo cual Clary pensó que era algo serio, pero no le prestó mucha atención, en gran parte porque Jace se acercó a zancadas hacia ella con una mirada de determinación en su rostro, la tomó en sus brazos y la besó. 
Todo su cuerpo se estremeció, de la forma en que siempre lo hacía cuando la besaba. Nunca se aburría, cansaba, o se acostumbraba a ello, no más de lo que imaginaba que alguien se cansaría de una hermosa puesta de sol, música perfecta, o su libro favorito en el mundo. 
Tampoco pensaba que Jace se había cansado de ello. Al menos no por la forma en que la sostenía, como si cada vez pudiera ser la última. Era a menudo de esa forma con él. Sabía que él tuvo una infancia que lo dejó inseguro sobre el amor, y frágil como el cristal en ocasiones, y ella intentaba ser consciente de ello. Estaba preocupada de la fiesta y los invitados en el otro lado, pero se dejó relajarse en el beso, su mano contra su pecho, hasta que finalmente se detuvieron para respirar. 
—Wow —dijo ella, pasando sus dedos dentro del borde del cuello de su camisa—. Supongo que todo el romance, y los pétalos de flores cayendo del cielo tuvieron su efecto en ti, ¿verdad?
—Shh —él sonrió. Su cabello dorado estaba despeinado, sus ojos pesados—. Déjame disfrutar el momento.
—¿Qué momento es ese? —miró alrededor, divertida. La sala estaba oscura, la mayoría de la luz venía de las ventanas y una parte de iluminación de debajo de la puerta. Podía ver las formas de instrumentos musicales, pálidas imágenes cubiertas en sábanas blancas. Un piano de cola estaba contra la pared detrás de ellos—. ¿El momento de escondernos en un closet mientras está la fiesta de compromiso de nuestros amigos?
Jace no respondió. En su lugar la tomó de la cintura y la levantó, sentándola en la tapa del piano de cola. Sus rostros estaban al mismo nivel; Clary lo miró, sorprendida. Su expresión era seria. Se inclinó para besarla, sus manos en su cintura, sus dedos agarrando su vestido.
—Jace —susurró ella. Su corazón estaba latiendo fuertemente. Su cuerpo inclinado contra el de ella, presionando su espalda contra el piano. El sonido de risas y música de la otra habitación cada vez menos claras; podía oír la rápida respiración de Jace, recordó el chico que había sido, en el césped con ella enfrente de la mansión Wayland en Idris, cuando se habían besado y besado y ella se había dado cuenta que el amor podía cortarte como el filo de una espada. 
Podía sentir su pulso. Su mano se deslizó, acariciando el tirante de su vestido. Sus ojos brillando en la oscuridad.
—“Verde para reparar nuestros corazones rotos” —citó él. Era parte de una rima nefilim, una que Clary conocía bien. Sus pestañas acariciaron su mejilla; su voz era cálida en su oído—. Tú reparaste mi corazón —susurró él—. Recogiste los pedazos de un chico roto y enfadado, y lo convertiste en un hombre feliz, Clary.
—No —dijo ella en voz temblorosa—. Tú hiciste eso. Yo sólo… te animé desde las gradas. 
—No estaría aquí sin ti —dijo él, tan suave como música contra sus labios—. No sólo tú, Alec, Isabelle, e incluso Simon, pero tú eres mi corazón.
—Y tú eres el mío —dijo ella—. Lo sabes.
Él la miró. Sus ojos eran dorados, firmes y hermosos. Lo amaba tanto que su pecho dolía cuando respiraba. 
—¿Entonces lo harías?
—¿Hacer qué?
—Cásate conmigo —dijo él—. Cásate conmigo, Clary.
El suelo pareció moverse debajo de ella. Vaciló, sólo por un segundo, pero se sintió como una eternidad; podía jurar que un puño estaba apretando su corazón. Vio cuando la confusión comenzó cruzar el rostro de él, y entonces hubo una explosión y la puerta de la habitación se abrió en una lluvia de astillas.
Magnus entró, luciendo agitado, su cabello negro levantado y su ropa arrugada.
Jace se alejó de Clary, pero sólo ligeramente. Sus ojos estaban estrechados.
—Diría: “¿No sabes tocar?” Pero parece evidente que no —dijo él—. Sin embargo estamos ocupados.
Magnus agitó una mano desdeñosamente.
—He interrumpido a tus ancestros haciendo algo peor —dijo él—. Además, es una emergencia.
—Magnus —dijo Clary—, más vale que no sea sobre las flores. O el pastel.
Magnus se burló.
—Dije una emergencia. Esta es una fiesta de compromiso, no la batalla de Normandía.
—¿La batalla de qué? —dijo Jace, que no estaba involucrado en la historia mundana.
—La alarma conectada al mapa se encendió —dijo Magnus—. La que señala la magia nigromántica. Hubo una ráfaga de ella en Los Ángeles justo ahora. 
—Pero iba a dar un brindis —dijo Jace—. ¿No puede esperar el apocalipsis? 
Magnus le dio una mirada oscura.
—El mapa no es preciso. Pero la ráfaga fue cerca del Instituto. 
Clary se enderezó, alarmada. 
—Emma —dijo ella—. Y Julian. Y los niños…
—Recuerda, la última vez que sucedió no fue nada —dijo Magnus—. Pero hay un par de cosas que me preocupan —dudó—. Hay una gran convergencia de Líneas Leyes no muy lejos de ellos. Lo revisé, y lucía como si algo hubiera pasado ahí. El área estaba estropeada.
—¿Haz intentado contactar a Malcolm Fade? —Jace preguntó.
Magnus asintió con gravedad.
—No responde.
Clary se deslizó del piano.
—¿Le has dicho a alguien? —le preguntó a Magnus—. A parte de nosotros, quiero decir. 
—No quise arruinar la fiesta con una falsa alarma —dijo Magnus—. Así que sólo le dije…
Una larga sombra apareció en la puerta. Robert Lightwood, con un saco sobre su hombro; Clary podía ver sobresaliendo las empuñaduras de varios cuchillos serafín. Se detuvo ante la vista de Clary y Jace despeinados y sus rostros ruborizados.
—… a él —concluyó Magnus.
—Discúlpenme —dijo Robert.
Jace lucía incómodo. Robert lucía incómodo. Magnus lucía impaciente. Clary sabía que no estaba muy encariñado con Robert, aunque su relación había mejorado desde que Alec y Magnus habían adoptado a Max. Robert era un buen abuelo en la forma en que nunca había sido un buen padre: dispuesto a sentarse en el suelo para jugar con Max y ahora con Rafe también.
—¿Podríamos dejar de actuar raro sobre la vida sexual de Jace y Clary y ponernos en marcha? —preguntó Magnus.
—Eso te toca a ti —dijo Clary—. No puedo hacer el portal… no vi el mapa. Tú eres el que sabe a dónde vamos.
—Odio cuando tienes la razón, bizcocho —dijo Magnus en un tono resignado, y chasqueó los dedos. Luces azules iluminaron la habitación como luciérnagas, un extraño efecto hermoso que se convirtió en un amplio rectángulo, un reluciente portal a través del cual Clary podía ver el contorno del Instituto de Los Ángeles, el largo tramo de lejanas montañas, el oleaje del océano. 
Podía oler agua salada y salvia. Jace se movió a un lado de ella, tomando su mano. Sintió la ligera presión de sus dedos.
Cásate conmigo, Clary.
Cuando regresaran, tendría que darle su respuesta. Sintió aprensión. Pero por ahora, primero tenían que ser cazadores de sombras. Con la espalda recta y la cabeza en alto, Clary atravesó el portal.

19 comentarios:

  1. Porqué Clary no saltó a los brazos de Jace gritando locamente sí?
    Ahhhhhh! Ahora estoy demasiado nerviosa :'(
    Gracias ;) !

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  3. Solo quiero seguir leyendo mas acerca de ellos!!! Gracias por subir esto ;)

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  5. ¡Gracias por subir esto! ¡Me ha encantado!😍😍💜

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  6. Ahhh Mil gracias por subir esto los amo!!

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  7. Mas sobre cazadores de sombras😍😍😍se que en mi otra vida fui una😌❤

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  8. Mas sobre cazadores de sombras😍😍😍se que en mi otra vida fui una😌❤

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  9. Me encantó yo de Clary le digo síiiiiiii ni lo pienso con esa declaración ♡♡♡♡

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  10. Mil gracias por subir!!!! Nunca me canso de leer del mundo nefilim!!!♡

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  11. No me esperaba nada de eso, clary tonta como siempre no dijo nada, bueno debo decir que me quede anonadada igual que ella. jajajjaja

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  12. Hola quiero ganar los libros por que siempre me a encantado leer pero nunca tenia dinero o para comprarlos o para descargarlos ahora trabajo para tener una biblioteca en mi casa seria mi sueño leere todo de los libros que publicas pero solo pondre este mensaje en todos por que me gusta reservar mi comentario espero ganarme esos libros :)
    PD: estoy participando en el concurso

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  13. ¡Que hermoso x2! Me encanta ❤❤.

    Saluditos 🌼.
    #GiveawayETDL

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  15. Quiero leerlo cuando me haya leído Lady Midnight

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